miércoles, 10 de agosto de 2016

#OlímpicosJJ 4. ¡Qué pena con Yuri!

 Quién iba a pensar que la nobleza cabe en una sola frase. “Quiero decirles que lo siento, que quería tener la medalla de oro… pero no se pudo”.  Fue lo primer que dijo Yuri Alvear ayer al final de su combate ante la japonesa Hakura Tachimoto en la final de la categoría de 70 kilogramos del judo. Ella ganó una medalla de plata olímpica ¡y nos presentó excusas! Ni más faltaba. Esta vallecaucana está en la corta lista de cuatro colombianos que han conseguido dos medallas en la máxima cita deportiva del mundo. Fue bronce en Londres y plata en Río… Y nos dice que lo siente. ¡Qué pena con Yuri! Los que tenemos que sentirlo somos nosotros.

Voy a ser claro: tenemos a una de las mejores Judocas del mundo y no sabemos lo que tenemos. No lo entendemos. Es el momento de decirle a Yuri que lo sentimos. Sí, nos da pena. Nos avergüenza gritar sus victorias sin comprender cómo es que se hace un ippon; nos da pena celebrar sus medallas sin comprender que es un wasari; y nos sonrojamos al verla en televisión disputando una pelea en Golden Score sin entender por qué el tiempo se acabó y ella sigue peleando.

Triste, pero cierto. Así como Yuri muchos de nuestros deportistas ganan en medio de nuestra ignorancia deportiva. Qué poco sabemos de Judo, de Levantamiento de Pesas, de Boxeo… Seamos sinceros: muchos de los que leen estas líneas todavía se burlan de los marchistas con su particular andar acompasado,  apagan el televisor cuando aparecen dos cuerpos trenzados en un combate de lucha o le buscan el chiste a la manera como se le desorganiza el peinado a Yuri Alvear cuando compite.

Ahora, no se trata de volvernos especialistas. Se trata de no tenernos que sonrojar ante nuestros campeones el día que queramos tomarnos con ellos en una selfie y no les sepamos siquiera el nombre completo. Se trata de llevar a los hijos de vez en cuando a ciclo ruta, de mirar de vez en cuando algún deporte diferente al fútbol en televisión, de asistir a alguno de esos campeonatos nacionales que hacen en silencio en nuestras ciudades, de buscar alguna información mínima en las redes sociales  y de tratar de entender la real dimensión que tiene una medalla, un diploma y una clasificación a los Juegos Olímpicos.


Empecemos por algo sencillo, que en la religión católica llaman “el acto de contrición”. Reconozcamos que cuando vemos a nuestros medallistas olímpicos sabemos muy poco de ellos y de lo que hacen. Y siguiendo en esta misma línea, parafraseemos la cita bíblica, seamos tan nobles como nuestra medallista y  digámosle con sinceridad: ¡Yuri: perdónanos porque no sabemos lo que haces”.  

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